La mayoría de las personas pasan aproximadamente el 90 % de su tiempo en interiores y respiran 12 000 litros de aire al día. Por lo tanto, es fundamental comprender la gran influencia que tiene la calidad del aire en interiores en nuestro bienestar.

El "punto óptimo" de humedad del aire en interiores es del 40 al 60 %, pues esto reduce drásticamente el riesgo de transmisión de enfermedades, y permite al cuerpo repararse y protegerse mejor.

Con una humedad del aire inferior al 40 %, las gotas de agua con virus se hacen más pequeñas y pueden desplazarse a través de grandes espacios abiertos en oficinas y sobrevivir durante horas. Por otra parte, muchas bacterias y virus se vuelven más agresivos al exponerse al aire seco. Si la humedad relativa en interiores es superior al 60 %, empieza a formarse moho y hongos que pueden generar problemas de salud.

Una concentración de CO₂ de más de 1000 ppm (partes por millón) disminuye la capacidad de concentración del cerebro; a partir de 2000 ppm en adelante, puede provocar fatiga o incluso dolores de cabeza. El nivel de CO2 en el aire en interiores es un excelente indicador del uso y la ocupación del espacio y, por lo tanto, una forma indirecta de posible biocontaminación, como los virus COVID-19. Si los valores de CO2 son elevados debido a una mayor ocupación y a un intercambio de aire limitado, existe un alto riesgo de aerosoles infecciosos.

Como la circulación de aire no filtra el aire ni suministra aire limpio a la habitación, tampoco es una buena solución. Por el contrario, los fuertes movimientos de aire sin filtrar propagan aún más las partículas y los agentes patógenos dentro del espacio. Se necesita un sistema de ventilación con aire acondicionado central para proporcionar un aire limpio, filtrado y adecuado a las zonas.

Los climatizadores suelen suministrar aire a varias zonas del edificio. Es importante que cada sala reciba la cantidad exacta de aire limpio que necesita. Si el número de personas en una sala aumenta (p. ej., en una sala de reuniones más grande), el suministro de aire también debería aumentar. Igualmente, también debe extraerse el aire contaminado de la sala. Para garantizar que esto ocurra, las zonas y las salas deben estar alimentadas individualmente con un caudal de aire variable (VAV), basado en las mediciones de calidad del aire.

El aire contaminado debe extraerse de la sala. Es importante que cada sala reciba la cantidad exacta de aire limpio que necesita para evitar un aumento de la concentración de aerosoles infecciosos. Para garantizar que esto ocurra, las zonas y las salas deben estar alimentadas individualmente con un caudal de aire variable (VAV).

Para evitar que los contaminantes entren en los espacios interiores a través de los conductos de aire de impulsión, deben integrarse filtros adecuados en el climatizador y deben sustituirse cuando aumente la contaminación del filtro. Los sensores de presión y las mediciones dinámicas del caudal pueden utilizarse para medir el grado de uso o contaminación de los filtros.

Los climatizadores centrales y los sistemas de distribución de aire pueden controlar de forma centralizada la calidad del aire suministrado en cualquier momento. Los sensores de temperatura, humedad y calidad del aire miden permanentemente las condiciones del aire suministrado y las desviaciones se detectan y corrigen al instante.

La calidad del aire en interiores puede medirse en la sala o en el conducto de extracción (retorno). La medición del aire de impulsión no refleja la situación de la calidad del aire en interiores en sala, sino el aire limpio y adecuado suministrado por el climatizador.

Si la calidad del aire en interiores se mide en la sala, debe prestarse atención a la posición de montaje para garantizar una medición adecuada y correcta. La instalación debe estar a una altura de aproximadamente 1,5 m (5 ft) y a una distancia mínima de 50 cm (20 pulgadas) de la pared adyacente. No debe exponerse a la luz solar directa ni montarse en paredes exteriores. Además, evite la instalación encima de los radiadores, directamente junto a las puertas, en huecos (por ejemplo, estanterías) y detrás de cortinas.

Como alternativa, la medición puede tener lugar en el conducto que extrae el aire usado de la sala. Aunque la colocación correcta de un sensor de ambiente requiere más atención, la ventaja sobre un sensor de conducto es que, gracias a su exposición a los ocupantes, permite una retroalimentación directa, visual, térmica y de calidad del aire en interiores mediante una pantalla o una indicación de semáforo.

En los sistemas con caudal de aire variable para una ventilación controlada por demanda, la presión diferencial fluctúa en función del caudal de aire. En esta situación, un presostato no es adecuado para monitorizar el estado del filtro; la solución es un sensor de presión diferencial de aire. Los presostatos son una forma rentable y fiable de monitorizar los filtros en sistemas con un caudal de aire constante.